El pasado 14 de septiembre, los medios de comunicación se hacían eco de un hallazgo impactante: el telescopio ALMA en Chile había realizado la detección de un biomarcador, es decir, una molécula cuya presencia se relaciona con la existencia de vida microbiana. Se trataba del fosfano (PH3) que, en la Tierra, es excretado por microorganismos en ambientes libres de oxígeno.
La detección maravilló rápidamente al público general. Pero los descubrimientos científicos, especialmente los de tal calibre, requieren mucho tiempo y, sobre todo, múltiples e inequívocas comprobaciones para establecer su solidez. Ya por entonces, el astrónomo del proyecto ALMA Sergio Martín, entrevistado por la pagina muy interesante, advirtió de que la detección se había producido “al límite de la capacidad de nuestro telescopio más potente” y nos llamaba a ser cautos, dado que aún podría haberse producido “algún error tecnológico en la detección”.
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