Muchas veces habremos oído, los astrofísicos y a los que les gusta esto de la cosmología, que el universo tiene unos 14.000 millones de años. La estimación más precisa es actualmente 13.787 millones de años, 20 millones de años arriba o abajo. Esta afirmación implica que hay un origen de tiempo, un t=0 desde el que contamos, que sería el Big Bang. Podría surgir la pregunta, algunos podrían reírse de ella, pero dista mucho de ser tonta (porque no hay preguntas tontas), de qué pasaba antes, o de si el tiempo puede ser negativo (de ahí a pensar en que el tiempo pueda ir para atrás quizás no haya mucho). El Big Bang es el origen del tiempo en sí, el tiempo se crea, o, para no meternos en temas teológicos, aparece, tal y como hoy lo conocemos y vivimos, en el Big Bang. Así que el destino del universo se gestó en los primeros tres minutos de existencia no solo del universo, sino del tiempo (¿qué existe si no existe el tiempo?, esa pregunta no sé cómo contestarla).
Otro aspecto que hay que tener en cuenta para responder a la pregunta de los tres primeros minutos de nuestro universo, es que todo lo que vemos alrededor nuestro, el universo que llamamos observable, que se extiende ahora mismo desde la pantalla donde lee este artículo hasta la galaxia más lejana que conocemos, estaba concentrado tres minutos después del Big Bang en un volumen extremadamente pequeño, entre una cuatrillonésima y un quintillonésima parte de lo que ocupa hoy, como si una persona tuviera el tamaño de un solo átomo. “Todo el universo” no era solo ese volumen, habría mucho más al ladito, pero hoy está demasiado lejos y no tenemos información sobre él, decimos que “no estamos conectados con él”, más allá de pensar que ese universo inalcanzable es igual que el nuestro, el observable.
Con ese tamaño, tenía una densidad mucho más alta (la relación con la actual es igual a lo que hemos dicho para el volumen), así como su temperatura, y eso convierte a este universo bebé en muy diferente al que hoy conocemos. Pero, y esto es clave, la temperatura del universo por encima del primer segundo después del Big Bang, y hasta el minuto tres de vida (contando de nuevo como nacimiento el Big Bang, pero hablar de nacimiento o creación puede no tener sentido), pasó de unos cien mil millones de grados a mil millones de grados (el último número, pocas decenas de veces por encima de la temperatura del núcleo del Sol). Este es un rango de temperaturas que hemos podido reproducir y estudiar en laboratorio, en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC por sus siglas en inglés) se han alcanzado temperaturas del orden de 5 billones de grados, más de diez veces por encima de la temperatura del universo en el segundo uno (de hecho, con esas temperaturas podríamos llegar a la centésima de segundo después del Big Bang). Así que conocemos bastante bien qué pasa en esos primeros tres minutos.
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