En 2024, Brasil registró una disminución del 32,4% en la deforestación respecto al año anterior, lo que representa la mayor caída desde que comenzaron los registros de MapBiomas hace seis años. Esta organización —integrada por ONGs, universidades y startups tecnológicas— reportó la pérdida de 1,2 millones de hectáreas de vegetación nativa en comparación con los 1,8 millones de 2023. La Amazonia, que suele concentrar la atención mediática, redujo la deforestación un 17%, pero también se observó una caída en todos los demás biomas del país, como el cerrado, que históricamente ha sido más afectado y menos visibilizado.
Este progreso responde, en gran parte, al retorno de políticas ambientales sólidas impulsadas por la ministra Marina Silva, quien rescató el plan de combate a la deforestación abandonado por el anterior gobierno. Se implementaron nuevos programas para biomas no amazónicos y se fortaleció la fiscalización ambiental. En 2019, solo el 5% del área deforestada había sido objeto de control legal; en 2024, esta cifra subió al 54%.
Un elemento clave ha sido la cooperación entre distintos niveles de gobierno, incluyendo gobernadores conservadores que han comenzado a participar activamente en la protección ambiental. Asimismo, una nueva herramienta que permite a los bancos verificar el historial ambiental de propiedades rurales antes de otorgar créditos ha incrementado la presión sobre los propietarios para cumplir con la legislación.
El presidente Lula da Silva ha reiterado su compromiso de eliminar completamente la deforestación legal e ilegal para 2030, objetivo que los expertos consideran alcanzable si se mantiene la tendencia actual. No obstante, Brasil sigue siendo el país que más deforesta en el mundo, con la pérdida acumulada de 9,8 millones de hectáreas en los últimos seis años —una extensión comparable a la de Andalucía o Guatemala—, lo que evidencia la magnitud del reto.
Estos avances serán un pilar central de la posición brasileña en la próxima cumbre climática COP30, que se celebrará en noviembre en Belém do Pará, en plena Amazonia. Aunque persisten contradicciones —como la continuidad de la exploración petrolera—, Brasil buscará presentarse como un actor comprometido en la lucha contra el cambio climático, con resultados concretos en la reducción de emisiones derivadas de la deforestación.
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